Mi madre me
pidió que me fuera. Ya le habían dado una habitación y se estaba instalando
allí con mi padre. No, no era un hotel. Mi madre nunca ha hecho el equipaje
para irse a un hotel. Era la habitación del hospital maternal.
- - Vete
tú ya, Inma. Que no quiero que te coja la noche.
- - Mamá
no me quiero ir, no quiero irme.
Mi madre
siempre había estado en casa con nosotras, mis hermanas y yo. Aunque tenía 22
años, nunca había dormido sola en mi casa. Porque ella siempre estaba allí.
Mi padre
trabajaba fuera y casi nunca estaba. Estábamos acostumbradas a estar sin él.
Pero sin
mamá… Nunca habíamos estado solas sin ella.
Ella
insistía en que me marchara.
Ya caía el
sol y empezaba a refrescar cuando tocaron la puerta, que estaba abierta.
- - Hola.
Una sonrisa
entró en la habitación con una señora rubia detrás. Estaba colorada y venía
vestida de calle. La acompañaba un señor muy alto y delgado y pudimos deducir
que era su marido.
Los tres la
saludamos y mi padre le cedió el sillón. Ella se sentó y empezamos a escuchar
su historia:
- - Hola,
me llamo M. He ingresado a la vez que tú. A mí me operan mañana del pecho también.
Mi madre le
sonreía pero la notaba cortada. Supongo que tendría miedo de todo aquello
relacionado con la enfermedad y el miedo le producía en un principio rechazo.
Ella también la saludó.
- - Yo
soy Inma. ¿Cómo estás?
M sonrió
ampliamente, recuerdo que tenía una sonrisa enorme y los ojos también.
- - Bien,
estoy bien. ¿Es la primera vez que te operas?
- - Sí.
Tengo miedo, la verdad.
- - A
mí ya me han operado una vez. En el hospital **** y como allí ya no saben qué
hacer conmigo, me han mandado aquí. Allí me operaron del primer tumor pero
olvidaron ponerme una placa localizadora y el tumor de extendió y ahora no
saben de dónde partir… Me ha vuelto a salir y también en el otro pecho. Mañana
entro en quirófano para cortármelo.
Mi madre palideció. Ella siempre había pedido por favor a los
médicos que conservaran el pecho, que no quería despertarse sin él, que era
parte de ella, de su feminidad, de su identidad… Los médicos le habían dicho
que sí, que salvarían su pecho y que su tumor era solo de 3 cm y que era
salvable. Mi madre se asustaba muchísimo al oír hablar de aquello… Ella lo
entendía como necesario pero… No lo quería para ella, lo rechazaba absolutamente.
- - ¿Te…
Te lo van a cortar? ¿Y… cómo estás?
- - Bien,
bien. – M se puso muy colorada y sonrió inmensamente entre lágrimas. – A mí me
tienen que operar por aquella negligencia… He tenido que hacerme a la idea y
aceptarlo. Lo único que me pesa es que mis hijos se asusten cuando me vean…
- - ¿Tienes
hijos? - Le preguntó mi madre.
- - Tengo
dos hijos pequeños. De hecho me di cuenta de que tenía un bultito en el pecho
jugando con el más chico, que tiene tres años. Estaba jugando con él y sin
querer me dio una patada. A partir de ahí empecé a sentir molestias y cuando
fui al hospital aquel porque me pillaba más cerca, me lo diagnosticaron. Me
dieron tratamiento de quimioterapia por si podía resolverse sin cirugía, pero
se equivocaron. Así que tuvieron que interrumpir el tratamiento y operarme
urgentemente. Luego me dieron
radioterapia pero aún así, creció porque claro, al no tener esa placa, no
sabían dónde dar los rayos… Y se reprodujo. Y aquí estoy, muerta de miedo
aunque no quiera reconocerlo, porque mañana me cortan un pecho. Pero yo ya me
he apuntado a la lista de espera para la reconstrucción. Si hay tiempo puede
que me lo reconstruyan en el acto, son diecisiete horas de operación.
Mi madre
estaba anonadada escuchando la historia de M. Ahora se explicaba por qué estaba
tan colorada y por qué su pelo no brillaba. El semblante de mi madre iba
cambiando conforme la historia de M avanzaba y ya la consideró una amiga.